sábado, 20 de febrero de 2010

Up & Down


Meses pasaron desde que escribí por última vez. No fue por falta de ideas, sino por torrente de ellas. Todas encontradas, confusas, díscolas, estériles varias, angustiantes otras y por momentos, también esperanzadoras.

El petit palais se está agrandando. Si bien las obras comenzaron con impetuosa rapidez, motivos climáticos y del personal que lo realiza, se estancaron por unas semanas.

De todas formas, al comenzar a ver las molduras que se derraman y los buñes que abrazan el nuevo dormitorio, comencé a vislumbrar lo que será mi dorado Pabellón Francés...De hecho será color crema, blanco y negro. Ya puedo ver cómo, de la magia de la construcción, el parque comienza a autodiseñarse. Será lindo todo esto. Lo es ahora, pero acá se persigue lo SUBLIME.


Conocí gente. No mucha pero si la necesaria para determinar que la tarea de encontrar "ángel" en alguien es cada vez más complicado....o no. Quizás siempre fue así, pero uno lo olvida.

Todos vinieron al petit palais. Recuerdo uno que si bien había mostrado indicios de profundidad en las charlas mantenidas en el chat, eclosionó al subirse al tren que nos traía hacia acá. Fue increíble ver la mutación de su carácter, pánico al verde!!!! No podía contenerse de comparar incansablemente el campo con la ciudad....y no, luego de dos o tres comentarios, la conversación termina por hastiar o por fecundar un fuerte deseo de arrojar al sujeto hacia las vías.

Sin embargo, este pánico no me es extraño. Lo he visto en varios personajes. Yo confieso que hasta no hace muchos años atrás, ensalzaba los méritos de la urbe en detrimento de lo rural sin ningún tipo de tapujos.

Pero cambié y también cambió la ciudad. Me hablan de glorias que no veo cuando, por el noticiero, pasan cómo se inunda la avenida Santa Fé. Arriba, coquetos departamentos de liliputienses 30 metros cuadrados a 5 lucas verdes el metro; que se desangran por no tener lo esencial: agua, electricidad y....libertad de poder salir caminando en lugar de flotar.

Respeto el amor a Buenos Aires, lo tuve; pero creo que es momento de replantearse cuánto queda de esa ciudad que abrigaba tantas maravillas. Salvo para atónitos extranjeros, dudo que uno considere a un piquetero como un souvenir preciado...


El deseo de morir fue de una recrudecida pulsión en mi alma en estos tiempos. No siempre, pero habitualmente. Las horas bajas son terriblemente peligrosas, desgastantes y sin sentido. Se la pasa mal en verdad.

Cuando ya te devoraste hojas y hojas de libros de autoayuda; cuando la cabeza no dicierne entre la "visualización" de lo que deseas en tu vida de lo que realmente es posible; cuando te quemaste 4 cajas de sahumerios y te dibujaste cientos de veces una sonrisa que no sentías; volvés al punto de partida: no sabés quién sos, no sabés qué querés en verdad y tampoco qué hacer para salir del negro túnel en el que te vivís.

Una amiga me recordó un pasaje de la novela de Jane Austen, "Orgullo y prejuicio", en el que la protagonista reconoce que a pesar de odiar a Mr. Darcy, no puede dejar de pensar en él. Fue una acotación felíz por lo intelectual, pero no necesariamente esclarecedora.

Por momentos caí en la cuenta de que seguía enamorado de él y otras, simplemente descubrí que lo que me afecta profundamente es haber sido herido en el ego por un ser a claras vistas, personal y espiritualmente inferior.

Luego, en momentos de extreeeeeema lucidez, culminé en que él no fue diferente a los anteriores, sino que yo le quise dar ese valor; y que sólo no había resultado.

Quizás sea una mezcla de todo eso.


Adelanto, además de la construcción en el petit palais; fue la puesta en marcha de la restauración del viejo auto que compré hace un año atrás. Caido en el olvido de un chapista inescrupuloso, el autito se vino abajo pero mi Sr. padre, en su inexplicable ánimo altruista para con todos menos para con uno; se interpuso durante meses a que yo tomase la decisión de retirarlo del taller y llevarlo a otro que hiciese lo que se debía hacer: CUMPLIR.

Sin decir nada, cual travesura de adolescente de la década del 30; me fui con algunos amigos y conocidos que me hice en la zona, a buscar el auto.

Ya está armado, ya lo están poniendo a punto en lo mecánico y luego vendrá el tema pintura. Finalmente, los tapizados.

Como sea, es un pequeño gran adelanto. Jamás había sentido la opresión de la falta de libertad para trasladarme como en estos meses. Depender de terceros, cuando uno ha llevado años haciendo lo que le venía en gana; es un duro golpe a la propia identidad...no exagero.

El sumar circunstancias y extremos, a veces da por resultado una necesidad imperiosa de refundarte como persona ante el mundo.

En eso estuve y estoy. No soy el que fui y tampoco volveré a serlo por más que me lo proponga. Desde mi ropa hasta mis gustos, desde la forma de gastar la plata o de tratar a la gente, de las preferencias hasta los rechazos; todo cambió. Buscando esos cambios para poder individualizarlos, estoy. Algunos les falta definición; otros ser deshechados por obsoletos o incoherentes. Yo, en el centro de mi mismo.

Duro, no? Pero necesario para poder seguir levantándose cada mañana y creer que lo que uno ha deseado, es todavía posible. Es ésta una nueva oportunidad que LOS DE ARRIBA me dan. Aprovecharla será la clave.