miércoles, 29 de julio de 2009

Y vamos y venimos


Desde el Petit Palais, todo finalmente se puede dirigir. Inclusive las conquistas.

Las horas finales del día, cuando el fuego arde en el salón, son propicias para zambullirse en ese mar de miserias y rarezas humanas como lo son las páginas de contacto en la web.

Paradójicamente, las mismas fotos que años atrás no causaban demasiado impacto, hoy resultan casi irresistibles...secretamente creo que lo que atrae esta vez es la relativa distancia que tengo del principal centro urbano. Si fuese verano entendería que quieren garronear una escapada rural en medio del estío porteño; pero no....con el crudo invierno, convengamos que hay que ser un valiente para enfrentar las estepas!

De la cosecha de mensajes, siempre quedan algunos que interesan más que otros. En mi caso, nunca son los que se exponen como Dior los trajo al mundo.

Un actor con obras a punto de estrenar; un empleado contable en Santa Fe, el dueño de una discográfica modesta; y un operador de una productora de Mogolic Palermo.

Con el primero me encontré en su casa, luego de taparle el ojo de mensajitos de texto imposibles de mieles y promesas de amor. El resultado se logró. A pesar de haber gritado a los cuatro vientos que quería conocerme en la tranquilidad de un café mediante; fue cuestión de que abriese la puerta de su departamento para que me dijera: "Disculpame que te estoy recibiendo así, pero llegué de viaje esta mañana y me quedé dormido". Diez minutos más tarde me encontré en bolas y tirado en una cama rebatible en un ambiente bastante gélido.

En otra ocasión me hubiese gustado ese desenlace casi animal. Pero la lluvia afuera y el viento glacial invitaban más a un poco de romance previo al insustituible garche de miércoles por la tardecita.

"Me vas a llamar o se te terminó el amor?" " y a vos ?", arremetí ; "a lo sumo podría estar llegando".

Cuando estaba por abordar el carruaje, mandé un sms que me dejara un poco más digno; no recuerdo bien todo, pero el final - en verso- decía: "De vos quedé prendado...pero vos de mí, ni un poquito enamorado?"

Causó gracia, y contestó lo que quería. Dejar pendiente un encuentro como corresponde.

Al día siguiente, el de la discográfica. Con ese no podía surgir nada más que lujuria de la más básica. Sin embargo, lo que me sorprendió fue que en directo, resultaba ser mucho más agradable que la amilbarada versión del chat.

Demostró interés y todo, pero se borra y reaparece. Manda mensajes por msn y algunos en el celular. Pero no concretaaaaaaa!!!

Y el viernes, fue el de Palermo. Y eso fue otra cosa.

Y me está volviendo loco con su ternura, y también con su "quiero que nos conozcamos paso a paso porque no quiero confundirme con vos"...


Cuál es la justa medida para que el "paso a paso" no se vuelva una rutina torturante en la que uno espera que el otro diga palabras suficientemente indubitables para tener la certeza de la consumada conquista?

Hoy lo vi. A pesar de lo concurrido del bar, me apretó la pierna en tres ocasiones. Y la despedida...abrazo profundo, beso sentido en la mejilla y otro en la cabeza, luego de acariciarme el pelo.

Se sintió bien. Pero, y??????

En un mundo que corre implacable, uno se pregunta si habremos perdido la capacidad del romance con tiempo.

miércoles, 15 de julio de 2009

Passé composé

Pasado...quien no lo tiene, está mintiendo o es un triste boludo que no hizo nada de su vida.
Ayer, luego de un molestro, embroncado y triste mes en que nunca se terminaba con lo que ya se había terminado; vi por última vez a mi ex.

Surgió en mi vida de la nada, y con aires que yo creí renovadores para tanta chatura. Era diferente. No se parecía a nadie y emanaba pureza de corazón y de pensamiento.No pude resistirme y tampoco lo quise. Caí rendido y entregué las armas.

Fueron tan sinceros y sentidos los juramentos de amor de aquellos primeros días, que el hecho de lanzarme a la aventura de convivir con él, resultó normal. Casi lo obvio.

Cambios de circunstancias, oportunidades que venían de arriba, o lo que sea; nos hizo llegar a éste Petit Palais en plena ruralidad. Y ese fue el comienzo del fin.

Nunca nada funcionó como lo prometió. Una mezquindad se sumó a otra y se hizo costumbre. Los reclamos se encimaron en una mesa de negociaciones estéril en la que, sea como sea, él terminaba más aliviado y yo, más oprimido.
Todo a nuestro alrededor se enturbió, y la amargura se sentía en la boca todas las noches; cuando juntarse en esa cama era una maldita obligación que me atormentaba todas las noches.

No eran suspiros los que yo exhalaba, sino resoplidos de disconformidad y de desamparo. Ya no había explicaciones por parte de él, sino intrincadas obligaciones que concluían siempre en lo mismo: no estar.

La remé todo lo que pude y me enfermé en esa tarea.
Y ni siquiera con eso se contentaba. Hasta último minuto intentó hundirme en un mar de problemas que no me auqejaban realmente, sino que eran sus propias contradicciones vomitadas sobre mí. Y por amor, por haber sentido que envejecería a su lado, le creí.

Se fue a la madrugada pretextando un compromiso laboral muy temprano. Y nunca más volvió.

Una semana más tarde me llamó, habíamos pasado ya el primer aniversario sin hablarnos por fono; por lo que su invitación a vernos, era la cita para asesinar lo que alguna vez fue único.Con cinismo, dureza y frialdad; dijo las palabras de rito y yo asentí airado. También yo había decidido ser libre de todo ese caos.

Tuvieron que pasar semanas de subidas y bajadas para darme cuenta que él era un ser del barro y yo ... yo soy de aire y de fuego.
Me enloqueció con cambios de horarios y días para hacer trámites indispensables para sellar la separación. Siempre con ese tono de nada, de indiferencia. Creí en mí, volví a mirarme por dentro y lo vi ayer para esa firma final en los papeles.

Vi entonces, lo que quería ver: su desmejoramiento, su ruindad, su oscuridad. Su mediocridad de bolsitos y zapatos imposibles. Su "NADA".
Caminé bajo el sol deslumbrante de la peatonal Florida y me/le dije : ENTRASTE EN MI PASADO Y TE VENCÍ.

lunes, 6 de julio de 2009

Lo que se termina haciendo en días de lluvia


Hoy me desperté una hora antes de lo que debía, muerto de sed, con lo que decidí bajar la escalera y tomar algo. Cuatro de la mañana marcaba el reloj de la cocina.

Decidí quedarme despierto por lo que me vestí, desayuné viendo el NO-amanecer en la compañía de un cigarrillo y luego prendí el tv para ver si el Gobierno había decretado licencia para todo el mundo.

Pero como estamos en un país de enfermos mentales, no me quedó otra que hacerme a la idea de tener que cumplir con toda la jornada laboral por delante. Esperé al chofer para que me llevase a la estación. Lógicamente se largó la gran tormenta exactamente cinco minutos antes que llegase el sujeto. Dior.

Armado de resignación y mi paraguas Rabanne, airoso salí al parque.Viajé perfectamente, y contrario a mis planes de leer durante el viaje; no llegué más que a hacerlo por espacio de un capítulo....corto. Dormité el resto del viaje.
Al llegar a la ciudad con clima tan perverso, caminé hasta la oficina y me dije: éste es un buen día para enamorarse.
No pensé en sexo ni hacer cucharita ni esas cosas OBVIAS. Sólo en que era bueno para enamorarse. Y quizás ni lo sentí por mí, sino en general.Así es que imagino que varios lo habrán hecho hoy. Que les aproveche.

Me yiró un peladete interesante hacia el mediodía, en que salí a dar una vuelta para despejarme del tedio laboral.No era la gran propuesta, y tampoco estaba yo para andar siguiendo mucho a nadie. Somos grandes y si te gusto, te parás y me enfrentás...Caaaanejo!!
El embole es mal compañero para un reciente solitario, y que la oficina sea el ámbito propicio para desear rascarse las bolas en cada momento; hizo mella en mi voluntad.
Gogleé el nombre de un ex.Debo confesar que ya lo hice la semana pasada, pero sin resultados.
Esta vez apareció algo ( nunca entenderé porqué aparecen cosas a veces y otras no). Eran un par de notas que escribió para un site. Las leí y recordé que en nuestros comienzos, hace seis años atrás, él tenía interés por la militancia gay.Estaban buenas.

No tenía contacto directo con el autor, así es que simplemente lo busqué en la página de su colegio profesional. Ahí estaba, mudado a solo unas cuadras de donde lo dejé en el 2006.
Lo llamé y por fortuna o desgracia, me atendió su contestador en que reconocí su voz. Y le dejé un mensaje nomás. Simple, con buena onda ( la única vez en que hablamos luego del corte, lo mandé a cagar) y con mi celular por si quería llamarme.

Al cortar me sentí sonrojado, y divertido por imaginarme la cara que pondría al escucharme en su fono.Miré su foto en la pantalla y me dio cierta ternura. Al fin y al cabo, al lado de otros, no fue tan malo.Dudo que me llame; pero por lo menos corté un lazo feo con mi pasado.

Y de paso, sentí algo similar a lo que se siente en esas primeras llamadas que uno hace cuando la historia con el otro no es nada todavía.
Una suerte de enamoramiento.

viernes, 3 de julio de 2009

Del Decamerón a el Amor en los tiempos del alcohol en gel

El Decamerón, libro escrito en el Siglo XV por Bocaccio; es un compendio de cuentos picarescos contados por diez jóvenes nobles florentinos durante diez días y a razón de diez cuentos por jornada. Escapándose de la peste bubónica, que asoló Europa en la Edad Media; los diez jóvenes deciden huir a los castillos que cada uno de ellos tiene en las colinas que rodean a Florencia.
Para entretenerse, disponen nombrar a un rey de entre ellos, el cual sólo durará en su puesto un día. El rey o la reina elegido, tiene la facultad de definir el tema central del cual deberán tratar los cuentos que el resto de los jóvenes narrarán en esa jornada.

Libro prohibido por años, el mismo pasó de mano en mano en forma solapada; todo ello debido al contenido finamente erótico o liberal del mismo.
Estando frente a una pandemia como la producida por la Gripe A, y sobados en alcohol en gel; las posibilidades del amor se redujeron a la casi nada. Salvo los que ya tienen el entretenimiento en casa y previo baño en Lisoform; los que andamos sueltos, no nos quedará otra que dedicarnos al privado placer del recuerdo de encuentros pasados.
O sea, paja muchachos!
Uno de los encuentros más calientes que he tenido, fue con el agregado cultural de una embajada europea. El Sex Toy en cuestión contaba con unos 35 jugosos años, contra mis ansiosos 26. Lo tenía visto en un boliche de la zona de Palermo. Sábado tras sábado lo observaba desde lejos, siempre acompañado de amigos y con una botellita de champagne en la mano. Bronceado suavemente, pelo en pecho y anteojos de buena factura, combinado con sus camisas blancas o celestes; hacían el disfrute visual casi instantáneo.

Ante su indiferencia completa por cualquiera que no fuera de su grupo de amigos, mi interés en él se limitaba al estudio de tal ejemplar. Uno nunca sabe cuando, en medio de un garche aburrido, debe recordar otras visuales para poder alcanzar el éxtasis."Fijá los ojos en el tipo que te calienta, y pensá en sexo; decile con la mirada que querés coger", me dijo un amigo a modo de técnica infalible.

Efectivamente funcionó con otros. Una noche cualquiera, estando en el mismo antro, se me apareció ante los ojos. Y actué en consecuencia.No pudiendo evitar una provocación tan explícita; el fauno se me acercó. Luego de la misma charla intrascendental que generalmente se tiene en esos lances; terminamos tomando un café en un bar de la avenida Santa Fe.Debo reconocer que me desorientó que no pasáramos a las sábanas sin escalas; pero la novedad, por mínima que ésta sea, es agradable viniendo de un especimen tan hot.Me pidió mi teléfono con la obvia promesa de llamar en la semana.

Y llamó nomás. Me pidió si le cocinaba ya que se había quedado enganchado con mis capacidades gourmandise. Trajo el vino. Fue sólo brindar, ya que inmediatamente me tiró en la cama cercana, para comenzar a desnudarme. Lo tenía en todos lados. Lo sentía en todos lados.Fue un polvo rápido, furioso y aleccionador. Aprendí en segundos lo que quería de mí y yo satisfecho con la propuesta, cedí sin objeciones.

Comimos casi en silencio, un silencio cómplice. Se sentía en la piel aún el calor del otro.El postre fue pasado por alto. Sólo un café que venciera el sopor que el cansancio de mitad de la semana, nos dejaba en el pecho.Nuevamente me encontré sin ropa, con las piernas abrazando su espalda baja y llenándome en su boca. Fue mejor que la primera. Más dócil, pero más firme. Sabía perfectamente dónde tocarme y cómo hacerlo.

Pero con el último suspiro después del orgasmo, supimos que nada quedaba entre nosotros.Nos despedimos amablemente.
Y nunca supimos nada del otro, nunca jamás.

miércoles, 1 de julio de 2009

Los pequeños aposentos



Para los habitantes del Palacio de Versalles, en la era de los Luises, ciertas normas de uso habitual ( y hasta normal ) para el resto de los mortales, eran simplemente inauditas.
Así, el caminar como todos lo entendemos, no existía. Uno debía desplazarse.
Tampoco se sentaban, sino que se derramaban en los ampulosos sillones de doradas molduras.
Para llamar al palacio por su nombre, se le decía simplemente ce-pays-ici.

Y para anunciarse antes de entrar a una habitación, no se golpeaba, sino que se rascaba suavemente la puerta.


Los matrimonios eran arreglados, e inclusive si se era de la nobleza, debían ser consentidos previamente por el Rey.
Así, la infidelidad, era no sólo una consecuencia, sino a veces, una necesidad.


La infidelidad en nuestros días, si bien no es abiertamente consentida, es soportada e inclusive festejada.
No me crié con esos valores. Si bien entré en mi desarrollo sexual creyendo en el amor por siempre; malas experiencias se sumaron a la atractiva posibilidad de incurrir en lo prohibido.
Así y todo, tardé años en desengañarme y tuvo que alguien ser la víctima primera.


Con F salí durante tres años. Siempre pensé que la relación podría haber continuado in eternum debido a la constante y vacía cortesía que actuaba como salvaguarda de un estrepitoso final.
Como es lo corriente, las primeras épocas fueron maravillosas. Nos la pasábamos teniendo sexo, interrumpido sólo, por largas charlas que manteníamos desnudos entre las sábanas.
El deseo de posesión del otro, marcha paralelo al de ser amado. Pero en la misma carrera por ver cuál sobresale, se enturbia el segundo por el afán de alcanzar el primero.


F pretendió poseerme mucho antes que yo lograra amarlo. Eso fue el detonante para que, sofocado por el deseo invasivo, buscara formas de realizarme en lo más íntimo.
Todo lo que uno no se atreve a hacer con su pareja, lo hace con otro.
No quería terminar la relación, ya que la misma gozaba aún de las mieles de la novedad y el tímido conocimiento mutuo.
Una línea de contactos telefónicos oficiaba de proveedor de placeres. Al principio, con cierto grado de culpa. La mínima. Timidamente comenzó a elevarse el número de amantes esporádicos, a pesar que las ocasiones eran escasas. Se sucedían unos a otros, ejemplares de hombres de toda índole. Grandes, pendejos, treinteañeros, heterosexuales y gays redomados.
El pequeño secreto, ese lugar al que sólo accedía yo mismo, tuvo su cómplice en un amigo que tímidamente experimentaba el mismo camino. Si bien no tenía una relación seria y oficial, D actuaba por despecho de un amor presente pero en modo alguno, correspondido.
Me servía de excusas cada vez más arriesgadas para ganar el tiempo necesario para regalarme un rato de placer con un completo desconocido.


F tenía grandes complejos en la cama; y el placer de destruirlos uno a uno, aliviaban el tedio que me embargaba cada vez que estaba con él.
Con la perversión en la piel, veía cómo hacía caer barrera tras barrera, los últimos vestigios de pudor en un ser que no admitía como posible, el más básico sexo oral.

Seguiré luego, debo encontrar plan para esta noche.